Tema que abordé en uno de mis últimos posts en LinkedIn
"No me gusta el vino blanco, es muy ácido".
"No me gusta el vino tinto, lo siento muy fuerte".
"No me gusta el vino rosado, no me huele a nada".
"No me gusta el vino dulce, es muy... empalagoso".
Todas estas son oraciones que alguna vez he escuchado en rondas de conversaciones con personas donde termina saliendo el tema vino.
Pero también las he escuchado en catas.
Cuando tenía mi club gastronómico, en los eventos que organizaba solía servir al menos 3 estilos de vino y siempre había personas que me decían eso. Que no les gustaba uno de los estilos.
Sin embargo, ya que habían pagado por el evento, les preguntaba si igualmente les podía servir para que prueben, sin compromiso a que se lo terminen.
Me animo a decir que 9 de cada 10 al final me decían:
"Tremendo! Me ha encantado. Es que el vino tinto lo tenía como un vino fuerte/seco/alcohólico/lo que sea."
Lo que me llevó a dos conclusiones:
🍷 Comunicar el vino sigue siendo útil y necesario para orientar a los consumidores. El tema es el cómo, las palabras que se usan.
🍷 Hay vino para (casi) todos los gustos. Nuestro trabajo es acercar esa brecha y facilitar el match.
Hay más para decir, pero tampoco quiero hacer un post eterno sobre esto.
Y vos, ¿qué opinás?
Te leo!
📸 Foto de uno de mis vinos (y productores) preferidos este momento: un Listán Prieto de Bodega Llámalo X, en Villarrobledo, Castilla-La Mancha (España). Si no te gusta el tinto o el rosado, primero probá este vino y luego me decís :)