Una experiencia íntima y sensorial donde textos, vinos y bocados se entrelazaron para despertar los sentidos y las emociones.
El Pinar, Uruguay — En un rincón acogedor del balneario El Pinar, una escuela de cocina abrió sus puertas a una experiencia única, íntima y profundamente sensorial: “El poder del vino y la palabra”, un taller que propuso maridar textos, vinos y bocados, hilando poesía, sabor y emoción en una velada inolvidable.
El evento fue ideado y llevado adelante por un equipo interdisciplinario que conjuga saberes y pasiones: La chef Daniela López, dueña de la escuela; el sommelier Roberto Quiñonez; y la docente y sommelière Lorena Jaluff. Juntos diseñaron una propuesta donde el vino no se explica, se siente; donde la palabra no se teoriza, se saborea; y donde la cocina no es demostración, sino acto vivo de hospitalidad.
Con cupos deliberadamente reducidos para cuidar cada detalle, el taller se estructuró en cuatro ejes temáticos. Para cada uno se eligió un texto literario —puente entre mundos— que sirvió de inspiración para seleccionar un vino y crear un bocado en armonía. Cocina en vivo, copas servidas con intención, y una narrativa que tejía sentidos entre los participantes hicieron del encuentro una experiencia difícil de encasillar.
De hecho, la jornada —pensada para unas tres horas— se extendió mucho más: nadie quería irse. Las conversaciones fluyeron con naturalidad, y al final del encuentro, los agradecimientos fueron tantos como las sonrisas.
Este taller no fue improvisado: detrás hubo semanas de trabajo conjunto, donde cada elección —del texto a la etiqueta, del sabor al silencio— fue pensada para crear una experiencia armónica y genuina. El espacio, cálido y familiar, aportó la atmósfera ideal para que lo gourmet y lo íntimo se abrazaran.
“El poder del vino y la palabra” no solo dejó en claro que es posible un maridaje entre gastronomía, literatura y vinos, sino que cuando se hace desde la pasión, el cuidado y el deseo de compartir, el resultado trasciende lo técnico y se convierte en algo para recordar.
Una experiencia que confirma que el verdadero lujo no está en lo exclusivo, sino en lo significativo. Y que el vino, como la palabra, tiene el poder de convocar, emocionar y unir.